Contenido extraído de un artículo de José Luis García y enlace al mismo
Aprendizaje y cerebro
La capacidad de aprendizaje del ser humano comienza a desarrollarse desde el preciso momento que sale del útero materno: su complejo dispositivo nervioso y sensorial ya está listo para recibir estímulos, enviarlos al cerebro y procesarlos, estableciéndose las primeras conexiones cerebrales que tienen que ver con ese primer contacto con el mundo exterior. Ese dispositivo es personal y único, dura toda la vida, siendo más permeable y flexible antes de los 30 años, hasta que adquiere su “madurez”.
No hay duda de que el desarrollo cerebral requiere su tiempo. Es un proceso madurativo que dura más allá de la adolescencia.
Al igual que la ingesta de tóxicos (tabaco, alcohol o drogas) en edades tempranas puede ser nociva para la salud, determinadas experiencias sexuales inadecuadas (incluso pensamientos y creencias) precoces pueden interferir en ese desarrollo saludable, en virtud de la interacción permanente, de retroalimentación, entre todo aquello que percibimos del exterior -particularmente aquello que nos motiva y que nos lo apropiamos a modo de esponja- y su procesamiento en el interior del cerebro, dando prioridad a aquellos hechos que resultan emocionalmente más atractivos, novedosos y estimulantes.
Esos tres rasgos, hacen que las imágenes sexuales que se observan en una pantalla superatractiva ya en sí misma, sea un combinado único para generar una conducta adictiva, porque estamos hablando de una motivación poderosa del comportamiento humano desde hace millones de años, relacionada con la supervivencia de la especie que se activa con esos estímulos visuales, en virtud de que es un mecanismo programado genéticamente.
Pero hay más: los especialistas en neurociencia señalan a las emociones como el vehículo privilegiado para el aprendizaje, confiriéndole un carácter significativo a aquello que reviste esa característica. Los educadores y docentes saben bien a que me refiero. El conocimiento asociado a la emoción es más eficiente y duradero.
Son las emociones, gestionadas por la amígdala cerebral, la que nos permite recordar los hechos y gran parte de lo que aprendemos, porque el cerebro es muy receptivo a ellas. El aprendizaje asociado a las emociones es más significativo ya que estas están, a su vez, vinculadas a la supervivencia. Por tanto, se graban y se recuerdan con mayor facilidad. Lo veremos en el siguiente artículo.
Si añadimos el hecho aceptado de la neuroplasticidad, en el sentido de que cuanto más practica nuestro cerebro algo, más influencia tiene, hay que considerar el tiempo que se dedica a visionar films sexuales, excitarse con ellos y masturbarse, ya que ocupa un lapso relevante en un sector destacado de nuestra juventud, en razón de que la repetición permite, que esos cambios químicos y neuronales puedan acabar siendo estructurales, fortaleciendo las conexiones cerebrales. Es decir que pueden ser aprendizajes permanentes.
No en vano las primeras experiencias , fantasías y pensamientos sexuales ocupan un lugar destacado en esa amígdala y se suelen recordar por su impacto, sea positivo o negativo.
Necesariamente, en este listado de aspectos destacables, tengo que hacer referencia al placer sexual que es el refuerzo psicológico natural más importante. Son esas imágenes, solo esas, las que excitan y producen placer, imágenes a las que se inviste de un poder singular, que provocan unas descargas de dopamina espectaculares y que pueden escapar al control del córtex. Y por ello pueden “enganchar”.
El cerebro, además, retiene aquellos hechos y fenómenos que le interesan. El sexo, no hay duda que genera un notable interés.
Seguramente los vídeos sexuales y el smartphone (o cualquier pantalla), cuando van de la mano, en la intimidad, constituyen un tándem motivador y emocionante, con gran diferencia respecto de otros elementos, porque presentan esas características que hemos mencionado de modo fehaciente, de ahí su extraordinario poder adictivo.
ARTÍCULO COMPLETO:
Imprescindible la lectura de los numerosos artículos del doctor José Luis García, psicólogo y sexólogo, para comprender el fuerte impacto negativo que el acceso fácil al porno (películas sexuales pornoviolentas) en las pantallas de móviles, tablets y ordenadores, produce en niños, niñas y jóvenes adolescentes, activos usuarios de dichas pantallas. Asunto ante el que la mayor parte de la sociedad está ciega y para el que José Luis García propone remedios e indica cómo llevarlos a la práctica.
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